En tierras bajoaragonesas era tradición que en el día de Navidad los novios regalasen a sus novias un gallo hecho en masa de pan. Pero más frecuentemente era una anguila de mazapán enroscada en espiral, y ojos de cristal, colocada en el interior de una cajita redonda de cartón bellamente decorada.
Además, el novio la adornaba con plumas y flecos de colores. Ese día, si los padres aprobaban al pretendiente, se le invitaba a cenar o a tomar café.