En esta tradición nacida en los pueblos de Alto Aragón el jefe de familia enciende la tronca tras bendecirla al grito de “Cabirón, Cabirón, caga turrón”, manteniéndolo encendido casi todas las Navidades.
En La Litera se tapa con un saco ocultando golosinas, turrones y juguetes para los más pequeños de la casa.
Antiguamente, la tronca se debía quemar, como mínimo, de Nochebuena a Reyes, aunque variaba según los lugares. De hecho, hay un dicho que dice “tizón verdadero, de Navidad a Año Nuevo”. Más importante que el hecho de quemar la tronca en el hogar, era que en muchos pueblos se recogía la ceniza “bendita” porque se consideraba que tenía propiedades, se utilizaba como abono para extender por los campos en el serrablo o para blanquear la ropa o prevenir el piojillo en gallinas y conejos en otros pueblos.
En Bonansa y pueblos comarcanos los niños tienen que ir a remojar unos palos en la balsa o la fuente más próxima y al volver golpean el tronco con los palos, cantando: Caga, caga, tronco de Nadal, caga turrons i pixa ví blanc.
Y en los Monegros zaragozanos, en La Almolda, se ponía a arder en el hogar un tronco durante la Nochebuena y al día siguiente se apagaba, se guardaba en la bodega y sólo se sacaba de allí cuando amenazaba tormenta, ya que bastaba con ponerlo a la puerta de la casa para conjurar el pedrisco.
Aunque esta tradición es difícil de continuar debido a que las casas nuevas ya no tienen chimenea aún se sigue practicando en algunas sin quemar el tronco, simplemente golpeándolo para que el cabrión de los regalos escondidos en su interior a los pequeños.